15 hs. en Av de Mayo y Luis Sáenz Peña
A 45 años del golpe genocida
Contra la impunidad, el ajuste y la represión de ayer y de hoy

El 24 de marzo se cumplen 45 años del golpe genocida de 1976 cuyo propósito fue el de poner fin brutalmente al ascenso de la clase obrera que se venía desarrollando desde el Cordobazo y que tuvo su punto más alto en la huelga general de junio y julio de 1975.
Los secuestros y asesinatos que ya venían desarrollándose con la Triple A bajo el gobierno de Isabel Perón y López Rega, se multiplicaron con un objetivo muy claro: liquidar al activismo obrero que crecía en las fábricas y lugares de trabajo para avanzar en una colonización del país por parte del capital financiero y abrir paso a una transferencia regresiva de la riqueza en favor de la clase capitalista de alcances históricos.
Fue una acción consciente de la clase dominante que se valió de un gobierno militar para perseguir y asesinar a delegados y activistas de la clase trabajadora. De los 30 mil desaparecidos casi el 70% era parte de la clase obrera y, en gran número, fueron señalados con el dedo por las propias patronales con el concurso de la burocracia sindical. Los estudiantes también fueron el otro gran objetivo del gobierno de facto.
Más de 200 trabajadores de prensa integran la lista de compañeros y compañeras asesinados por la dictadura genocida y la Triple A. Mientras había trabajadores de prensa perseguidos, los grandes medios de comunicación actuaban como un bloque empresario tanto en su acción gremial como también abriendo sus páginas para legitimar primero las acciones criminales paraestatales, luego el lockout patronal y, finalmente, el propio golpe de Estado y la dictadura.
Los años de democracia han resultado ser una continuidad desde un aspecto esencial: los gobiernos gobiernan en favor de la clase capitalista, avalan y reconocen la deuda privada asumida por el Estado y profundizan la política de entrega de los recursos estratégicos del país al imperialismo y la sumisión al FMI y otros organismos internacionales.
Y la represión sigue siendo la herramienta mediante la cual el Estado busca regimentar a la clase obrera y la juventud. En estos días el gobierno oficialista de Gildo Insfrán desató una brutal represión contra el pueblo de esa provincia, del mismo modo que la policía de Berni y Kicillof lo hizo con las familias de Guernica. Tampoco dudaron en reprimir con gases y balas de goma la protesta de los trabajadores del frigorífico Arrebeef en defensa de sus puestos de trabajo.
Los casos de gatillo fácil como el de Facundo Castro se diseminan en todo el país con especial ensañamiento con la juventud del conurbano bonaerense. El recrudecimiento de los femicidios encuentra en el sistema judicial y el aparato represor sino una responsabilidad directa un entramado de complicidad a través del encubrimiento y una ostentosa desprotección a las mujeres que denuncian.
La connivencia de los gobiernos de la democracia con el aparato represor se pone de manifiesto no solo en la obediencia debida y el punto final alfonsinistas, sino también en el indulto menemista y en las dilaciones en los juicios a los represores y en la negativa de todos los gobiernos “democráticos” de dar cuenta de uno de los reclamos más elementales de los organismos de derechos humanos: abrir los archivos de los aparatos represivos y de inteligencia de la dictadura.
Las condiciones de vida de la población trabajadora se han deteriorado incesantemente y hoy casi la mitad de la población se encuentra debajo de la línea de pobreza al igual que seis de cada diez niños.
Los trabajadores de prensa hemos sido objeto de despidos, cierres, salarios a la baja, flexibilización laboral, persecución ideológica, represión y detenciones policiales. En estas condiciones, el ejercicio de la profesión y las garantías necesarias para la libertad de expresión resultan cada vez más difíciles. Y es cada vez más claro que se conculca el derecho de la población a estar informada.
Los esfuerzos del gobierno están puestos al servicio de honrar el pago de la deuda externa completamente usuraria e ilegítima a la vez que profundiza un régimen extractivista de los recursos nacionales y de destrucción del medio ambiente a la medida de los grandes pulpos imperialistas. A un año de gobierno de Alberto Fernández los números son inapelables: la crisis la estamos pagando largamente los trabajadores con caída del salario real, despidos y pérdida de conquistas laborales.
La salud de la población está en riesgo por los mismos intereses capitalistas que en su momento recurrieron al golpe genocida para preservarse. Los intereses privados se oponen a la elemental medida de centralización del sistema de salud. La Argentina produce vacunas de sobra pero, en virtud de la preservación del régimen de patentes, no están disponibles para la población que las necesita con suma urgencia. Mientras florecen las denuncias por el manejo discrecional de la vacunación entre funcionarios y amigos del poder.
Sobran razones para salir a la calle a luchar contra la impunidad de ayer y de hoy, para poner en la calle el reclamo de que la crisis la paguen los capitalistas y no, otra vez, el pueblo trabajador.
Cuando sectores de la derecha de tinte fascista asoman en la disputa callejera, gran parte de los organismos de derechos humanos decidieron suspender la movilización en nombre de la pandemia, privilegiando su alineamiento con el gobierno que, mientras flexibiliza todas las medidas de aislamiento sanitario tal como lo reclaman las patronales, sospecha que una marcha de esta magnitud podría ofrecerse como un canal de expresión de los reclamos populares contra el hambre y la pobreza, resultado también de la política económica oficial.
El Encuentro Memoria Verdad y Justicia, organizador de la marcha desde hace ya 37 años, sin embargo, ratificó la convocatoria para movilizar de Congreso a Plaza de Mayo, como siempre, por los reclamos de siempre plasmados en una nueva realidad.
Este 24 de marzo, los trabajadores de prensa vamos a estar en las calles contra la impunidad, el ajuste y la represión de ayer y de hoy.
La Naranja de Prensa